El Futuro Es Violencia

El futuro es violencia.

No porque traiga dolor, catástrofes o tragedias,
sino porque su sola concepción es una agresión contra la vida.

El futuro siempre golpea al presente.
Lo empuja.
Lo desplaza.
Lo humilla.
Le dice: "todavía no".
Le dice: "espera".
Le dice: "algún día".

El cerebro inventa futuros imaginarios.
La mente los vive como reales.
La vida no participa en ninguno.

El futuro que la mente cree real es la pared donde muere el movimiento.
Es la cárcel más antigua, la más respetada, la más obedecida.
La promesa que nunca llega.
El arma con la que la mente domina al cuerpo.

Nada es tan violento como aplazar la vida.

El futuro hiere porque exige estructura.
Exige dirección.
Exige una historia.
Exige un plan.
Exige un final.

Y toda exigencia es violencia.

La vida no exige.
La vida se mueve.

La vida no se organiza.
Respira.

La vida no se orienta.
Se despliega.

Por eso la vida no cabe en un calendario,
ni en una hoja de ruta,
ni en un propósito,
ni en un "cuando todo esté listo".

El futuro es una ficción con dientes.
Se alimenta del presente que postergas.
Come años.
Come impulso.
Come verdad.
Te persuade con estabilidad
y te quita movimiento.
Te promete seguridad
y te roba existencia.

Cada vez que dices "más adelante", eliges la violencia.

Cada vez que obedeces la lógica de la seguridad,
sacrificas lo único real que tienes:
este instante sin condiciones.

El futuro es violencia
porque te obliga a esperar.
Y la espera es la forma más sutil de morir.

La vida empieza cuando matas al futuro.
Cuando no hay dirección.
Cuando no hay promesa.
Cuando no hay mapa.
Cuando no hay garantía.
Cuando no hay estructura que te sirva de excusa.

La vida empieza cuando caminas sin saber.
Cuando actúas sin red.
Cuando te mueves porque el movimiento es la verdad,
no porque la mente lo permita.

El futuro es violencia.
La presencia es desarme.

El cuerpo que vive sin futuro
no está en riesgo:
está libre.

— Cit Anatman

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